Había matado a muchos pero a sus pies yacían, también, muchos de sus amigos. Habían ganado, pero vendrían más, solo les quedaba coger sus pertenencias y huir al fin de mundo, allí lucharán hasta el final junto al ara solaris, con el sol cayendo bajo las aguas del mar infinito.
Se miró las manos manchadas de sangre y levantó la vista hacia el cielo, implorando piedad, buscando una explicación. El druida lo había predicho mirando las entrañas de un pescado: vendrán de más allá de los montes, por donde se extiende la llanura y querrán imponernos sus leyes y querrán que abandonemos nuestras costumbres.
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