martes, 26 de octubre de 2010

El cuco

El cuco vuela bajo, las noches frías acerca sus alas al asfalto.

jueves, 21 de octubre de 2010

El celta loco

Había matado a muchos pero a sus pies yacían, también, muchos de sus amigos. Habían ganado, pero vendrían más, solo les quedaba coger sus pertenencias y huir al fin de mundo, allí lucharán hasta el final junto al ara solaris, con el sol cayendo bajo las aguas del mar infinito. 

Se miró las manos manchadas de sangre y levantó la vista hacia el cielo, implorando piedad, buscando una explicación. El druida lo había predicho mirando las entrañas de un pescado: vendrán de más allá de los montes, por donde se extiende la llanura y querrán imponernos sus leyes y querrán que abandonemos nuestras costumbres.

lunes, 18 de octubre de 2010

Despertar

Aturdido se despertó con una punzada en la sien y un flujo viscoso rodando desde su nariz a la almohada. La luz  de las farolas entraba por toda la habitación hasta sus ojos. Pero aún los tenía cerrados y soñaba que le dolía la cabeza y le sangraba la nariz mientras dormía y que una luz hiriente le despertaba de aquel sueño en el que soñaba que la cabeza le iba a explotar y que un río rojo inundaba la almohada, mientras una chicharra se situaba junto a su oído, pertinaz, escandalosa, aturdiéndole aún más, cambió de postura, se giró sobre sí mismo y saltó de la cama mientras con la mano izquierda aporreaba al insecto, después encendió la lámpara de la mesilla y la luz inundó la habitación.Su cabeza y su nariz aceptaron la realidad. Lunes, maldita sea.

martes, 12 de octubre de 2010

Ritmo

Ritmo, 1,2,3, ritmo, desayuno, merienda, cena, ritmo, despertar, trabajar, acostar, ritmo, nacer, crecer, procrear, morir, ritmo ...

domingo, 10 de octubre de 2010

viernes, 8 de octubre de 2010

Aullidos

La luz opalina de la luna se filtra por las rendijas de la persiana, ya es de noche, me desperezo lanzando el primer aullido. La sangre fresca me espera.

jueves, 7 de octubre de 2010

Domingo

La tormenta primero descargó en la cima de la montaña, abajo en el pueblo, en el fondo del valle, los domingueros miraban a lo alto mientras la barbacoa se hacía, opinaban, discutían. Llegaría hasta allí o no, les dejaría disfrutar de su domingo o bien se lo estropearía; pero pronto llegó la hora de marchar y guardaron todo su equipaje con el que civilizaban el campo, las mesas, las sillas, los sillones reclinables, los colchones de caucho, los manteles de cuadros; pronto los coches estuvieron atestados de utensilios y personas y juntos en procesión emprendieron la vuelta a la ciudad. El viento cambió y poco a poco la tormenta descendió de la montaña, como un animal huidizo, despacio, temerosa, hasta que se situó sobre el pueblo y allí soltó una lluvia fina, densa, purificadora, suficiente hasta el próximo domingo.